sábado, 25 de septiembre de 2010

Noche de jazz

Fuimos con Susi a escuchar el jazz de los jueves, con mucha suerte ya que compartimos el decimo aniversario del Olivos Jazz Club. Una fiesta.
No es en una "cave" ni en un reducto humoso y en penumbra. No, es un bolichón en una esquina de San Isidro, con las mesas apretadas, un mozo solícito que sin embargo no puede acelerar el servicio y un público eterogéneo entre el cual no faltan los jóvenes, cosa singular si pensamos que los músicos de este simpático Club, tienen edad como para haber hecho la conscripción conmigo, salvando la distancia geográfica, naturalmente.
Me encanta el entusiasmo que estos veteranos imprimen al ritmo y el talento con que ejecutan los instrumentos que (no todos) cambian de mano al intercambiarse los músicos. Pura alegría y amor a lo que hacen. Voy a tratar de entusiasmar a las nuevas generaciones, recomendando al pianista, un musicazo de 18 años.

Recuerdo muy bien mi primer ecuentro con el jazz. ¡Amor a primera oída!

En mi adolescencia, la guerra no dejaba lugar a que entraran otras músicas que no fueran las nacionales.
Había jazz italiano, un famoso "Quartetto Cetra" y unas "sorelle Lescano" que fueron famosos en su tierra y me enseñaron los primeros tatata sincopados que, vaya, horrorizaban a mi abuelo que algo de jazz había apreciado girando por el mundo.
Fue a mediados de 1944, en plena carestía de todo menos que de bombas, cuando mi amiga Nuccia me susurró al oído, venite esta noche - te quedás a dormir - viene un amigo de mi hermana con discos de jazz.
Tuve que convencer a mamá...si toca la alarma...Refugios antiaereos había en todas partes y...mamá, quedate tranquila, no va a pasar nada. Logré el permiso y ahora, sólo ahora, pienso que podía "pasar" en cualquier parte. Quizás, mamá, haya pensado lo mismo.
La ciudad a oscuras, caminé las diez cuadras hasta la casa de mi amiga, antes del toque de queda.
El amigo había traído unos discos, de pasta, naturalmente. Por suerte, el tocadiscos era bastante moderno.
En silencio, como conspirados en una sociedad secreta, escuchamos los primeros acordes de un piano. "Duke Ellington" dijo sussurrando el disc-jockey (aunque todavía no se conocía el término).
La música de Gershwin, me arrobaba, el saxo de John Coltrane, algo nunca escuchado. ¡Y ese piano!
No notábamos las imperfecciónes de la grabación. (Tampoco conocíamos algo mejor!) La música se colaba en el espíritu.
Quando comenzó a girar la voz de Luis Armstrong, sentí un escalofrío. Esta voz, sólo puede ser la de un negro, acotó el mago de la noche. ¿Negro? Sí, el Duke del piano, también. Mi ignorancia era total.
El señor de la música, un hombre que pasaba los treinta, sabía mucho de jazz. Comenzó a relatar la historia, desde los blues spirituals con los que se consolaban los esclavos, hasta los grandes intérpretes que a fines de los años treinta, eran famosos en todo el mundo. Sí, menos en el mío!
Me enamoré con la pasión de los neófitos, aunque debo decir que durante muchos años, no volví a paladear jazz con la misma entrega. Hasta el fin de la guerra, cada tanto, nos reuníamos los inciados, en el mismo lugar...a la misma hora, para escuchar esa música prohibida.
Cuando la guerra terminó, nos invadieron con el boogie-boogie que había perdido todo encanto jazzistico abriendo paso a lo que llegaría a ser el rock, algunas décadas después. Era lo que gustaba a las masas de jóvenes que no querían pensar en nada.
Pienso que el jazz, el verdadero, siguió siendo una música de elíte, aunque quizás, por otras razones.
No por nada, nuestro Cortázar, definió a Sachmo-Armstrong, ¡enormísimo cronopio!
El resto quedaba para los "fanas" y, sin modestia, siempre me incluí entre los "cronópios".

Esta es la historia de mi amor por el jazz que, por otro lado, fue aumentando con los años y a través de un particular acercamiento.

Me gustaría subir un youtube pero no sé cómo hacerlo: Pueden buscarlo: Duke Ellington: "Sentimental mood"
Es bellísimo. Lo van a disfrutar, mientras, yo iré aprendiendo.
Para escuchar a los muchachos del Olivos jazz Club, todos los jueves a las 21...llamenme que les consigo la dirección! Y ¿qué pretenden? Esto no es ¡almasinger!
Felíz domingo



domingo, 19 de septiembre de 2010

Día internacional de la Paz


Me doy cuenta, caro Diario, que escribimos Paz con mayúscula.
Es que nos damos cuenta, desde el inconsciente, de que es el sumo anhelo de la humanidad.
Quizás, me dirán, no de toda. No sé. No sabemos desde qué retórica se instruyen a los que son , a la postre, meros instrumentos de discordia y en consecuencia, de guerra.
Tal vez, el día en que logremos penetrar en esas mentes y en esos corazones, podamos descubrir el origen de la perversidad y remontándonos a éso, lograr vencerlo.
Sé que es una utopía, pero si no lo creemos así, el camino hacia la Paz, no será fácil de encontrar.
Y tenemos el deber, todos, de hacer el esfuerzo para rescatar ese bien sublime.
Como dije, desde cada uno, alargar el círculo, contemplar como se ensancha y aunque la orilla nos parezca lejana, continuar lanzando guijarros...algún día se llegará al último círculo.
Sembrar Paz es la tarea y quizás la cosecha sea tan abundante que logre sofocar la mala hierba del odio, porque el odio, por sí mismo, no llega a ninguna parte si no se le deja terreno fertil.
No hay que callar. Hay que asumir una actitud, desde lo más cercano, hay que estar convencidos y los que pregonan el enfrentamiento, terminarán sin nadie que los escuche.

Este es mi mensaje en homenaje al Día que auspicia una paz que todavía, en muchos rincones de la tierra, no han conocido.


El dibujo de hoy, lo dejó Bianca, 12 años, en mi archivo de imágenes.
Para ella, para todos los jóvenes y los chicos, para el mañana que representan, va mi homenaje y mi exortación.



jueves, 16 de septiembre de 2010

Siguiendo a mis nietos


En estos días "raros" de septiembre, me surge una reflexión.
Mi caro diario sabe y algunos otro también, que no soy una nonna de "manual". No he logrado todavía gozar del estar sentada contemplando como pasa el tiempo, aunque en este momento, no me estoy poniendo demasiadas metas. Estoy en una meseta desde donde miro lo que me proponen, por ejemplo, mis nietos.

Esta semana vino copiosa. Andrés, resolvió, enhorabuena, volver al blogg de Sal Paradise.
Ese viajero curioso, sensible y de mirada generosa, me ha transportado nuevamente hacia lugares y gentes a los que, sólo a través de sus escritos, puedo soñar con llegar.
Una página incomparable, donde el vértigo de las fotos, contrasta con la amplitud serena del relato. Lograr describir con tono calmo, sereno, el día de su cumpleaños transcurido en un viaje azaroso, hacia la ciudad santa, en la India, es una proeza literaria. Él evita el grito, los signos de admiración, quizás porque solo lo conducen los de pregunta. Y yo participo, al leerlo, de su búsqueda. Y al llegar al fondo me regocijo al entender que ha encontrado, al menos, alguna respuesta.

Verónica, a su vez, se fue a buscar nieve para un descanso. Como siempre su objetivo supo capturar momentos, transmitir belleza, alegría y la risa: gran protagonista, Felipe, que engalana el album. ¡Un baño de almibar para una abuela!
Se me coló la nostalgia de un paisaje nevado y como soy así un poco...sabés, me vinieron ganas de conseguir un pasaje e irme tres días solo para ver nieve. No creo que lo haga, quizás, por no tener con quién.

Y llego al tercero de los itinerantes. Alejandro está en un seminario en Castagneto Carducci. Es en Toscana, tiene playa, no conozco el lugar, solamente el nombre de "Carducci" me removió recuerdos.
Es que allí nació mi poeta preferido, de los contemporáneos. Y era el preferido de mi marido. Un poeta completo, sus versos saben ser épicos o románticos. En los dos casos, absolutamente apasionados.
Con algunos de sus poemas preferidos, pasé la última tarde de Giorgio en este mundo, leyéndoselos.
Fue uno de los momento culminantes de nuesta vida, sí: la de él que llegaba a su cúlmine mientras mi voz lo acompañaba más allá de su silencio.

Pero, volviendo a Alejandro, hubo otra coincidencia. En ese pueblo vive una compañera de colegio de su papá. El Facebook que llega a todas partes, se encargó de la comunicación. Hojalá hayan podido encontrarse.
Volviendo a mí, digamos re-volviendo lo que atesora el alma, le transcribí a Alex, este verso extraído de un poema - "Davanti a San Guido" del vate de mi juventud, Giosué Carducci que habla, vaya, de búsqueda:
...Deh come è bella, o nonna, e come vera
è la novella ancor! Proprio cosí.
E quello che cercai mattina e sera
tanti e tanti anni invano, è forse qui...
Tr. libre: Cuán lindo, oh abuela, y cuán verdadero/es el cuento ¡todavía!/ Justamente así/ Y lo que busqué mañana y tarde/ tantos y tantos años en vano, quizás esté aquí...
Foto: un paisaje de Toscana




sábado, 11 de septiembre de 2010

Espiritualmente religioso


Hola Diario,

hoy escuché algo que me hizo reflexionar en profundidad.
Alicia, la Maestra, dijo: espiritualidad no es lo mismo que religiosidad y viceversa.
Debo decir que fue una tarde especial, impregnada de sentires diversos, de conexión con "el otro" , inducida a través de un clima especial, en una de esas reuniones a las cuales siempre me acerco con curiosidad, aunque, desde mi eterna búsqueda, con esperanza.
Mi hija fue el trait-d'union necesario, pero al conectarme con Tere se fueron los años y me invadió una necesidad de entrega. De entregar primero y de entregarme después.
Sentí que me abandonaba la rigidez y me dejé llevar por esa necesidad de dar, de transmitir, de dejar salir un sentimiento de augurio y de protección.
Le pedía a mis manos que transformaran esa necesidad en la energía necesaria para que el milagro se diera.
Utilicé todos los medios que me pusieron a disposición, desde la vibración de los cuencos hasta la misma que me llegaba desde la música. Me propuse transformarme en vehículo para transmitir el espíritu de mi experiencia.
Y aquí llego a las diferencias de las que habló la Maestra: mientras yo sentía que mi espíritu entraba en conexión con la espiritualidad reinante, mientras apoyaba mis manos sobre el pecho de Tere, sobre los hombros de Lella, sentí nacer desde mi profunda religiosidad, una oración. A mi oración me remití entonces, con esa fe que "conozco", que me es cercana, que me sostiene y a la cual recurro cuando quiero transmitir fuerza o ayuda así como cuando yo preciso de esa fuerza y de esa ayuda.
Entonces, mientras volvía a casa, pensaba que había experimentado algo hermoso, como la fusión de dos aspectos tan fundamentales, como lo espiritual y lo religioso.
Auque, pensándolo bien, quizás para mí no estén tan separados. Mi religiosidad no es tan pragmática, tan formal. Tengo mis formas, mis momentos. Hay momentos en que puedo visualizar el rayo blanco de mi Arcángel Gabriel, sentir realmente la armonía que me transmite y entrar en un espacio de paz. Asimismo, cuando envío mi "burbuja" a mis nietos, les envío toda esa luz.
Otras veces tengo la imperiosa necesidad de asistir a una misa sin que por eso me deje distraer por el rito, no, estoy ahí con todo mi espìritu conectado con el milagro de la celebración y sin distraerme, me conecto con lo que fui a buscar...que no es otra cosa que la cercanía y la conexión con un hijo que me ha dejado.
Enfín, la paz es una búsqueda permanente. La armonía interior no es una constante, es trabajosamente complicada de alcanzar. A veces nos basta con mirar un cielo azul o un campanario que se eleva hasta él.
Todos los medios que tienden a lograrla son valiosos. Y no me cierro a ninguno.
Esta tarde llegué a sentirme envuelta en una armonía colectiva, desde la palabra y luego desde el sonido,que pasando de mano en mano, transmitía la vibración que cada uno imprimía al producirlo.

Fue lindo. Gracias, Lelín. Te dedico este hermoso campanario.


lunes, 6 de septiembre de 2010

È tempo di migrare

Caro Diario,

hace muchos años, en un día de septiembre, recordé este verso de Gabriele d'Annunzio: "Settembre è tempo di migrare". Desde entonces se transformó en un llamado irresistible, en la divisa. Al principio o durante el mes, se armaban valijas e invariablemente se aterrizaba en Italia.

Siempre en septiembre...¿por qué? Porque nos gustaba el aire tibio al final del verano y las primeras mañanas frescas. Nos gustaban los colores que dejan poco a poco el fulgor para transformarse en los cálidos rojos y amarillos que asoman en el bosque, entre las coníferas severas, como bonetes de duende. Nos gustaba pincharnos los dedos en los rizos caidos que defendían celosamente las bruñidas castañas. Nos gustaban las primeras espolvoreadas blancas en las cimas que abrazan el lago...Todo eso nos gustaba, a los tres, al "capocordata" que nos llevó a descubrirlo, a Pucci y a mí.

Esta mañana comenté que me siento rara, que ya no tengo proyectos. ¿Qué proyectos puedo tener?
El día a día pasa y ya no tiene horarios apremiantes, ni "cosas" por hacer. Las que se deben hacer, no nacen de proyecto alguno. Son simplemente "cosas que hacer".
Este año llegué allá en junio, tuve un lindo verano, colorido y caliente. No lo pensé, pero quizás inconcientemente, no quise aterrizar sola, en septiembre.
Hoy me falta ese aterrizaje o el proyecto del mismo y me faltan los que me han dejado. Me faltan tanto y son tres, porque también mi amiga, mi compañera de un septiembre irrepetible, me ha dejado.

No se puede dejar de sentir el vacío,caro diario. Grita muy fuerte.

No es un buen día, te darás cuenta, y aunque no va conmigo el tenerme compasión, hoy lloré.
El doctor me dijo que mi ojo empeoró ¿ y? Salí del consultorio cantando Santa Lucía...sul mare luccica l'astro d'argento... Sí, por la santa protectora de los ojos, por el mar y por la luna de plata, aunque Sorrento está muy lejos.
En un momento sentí los ojos de Pucci, tan verde, tan transparentes, hundirse en los míos.
Qué va! Quizás vino a decirme, no temas.
No, no temo, no quiero temer. Voy a escribir, leer, manejar por mucho tiempo todavía. Estoy segura de eso.
El camino no va a oscurecerse. La luz verde de los ojos de mi hijo me ilumina.
Stop. Voy a buscar una linda foto de algún otoño italiano y a recordar un verso que escribí en 2003.

Tiempo de otoño

Calles desiertas
rubias de otoño
ausente presencia, fragor,
eco en el silencioso anhelo de la espera.

¡Oh! Dulce otoño
agita la melena encendida
de los sueños dispersos.

Que Invierno los cobije,
blancos, bajo el manto
de lo olvidado.