21 de junio de 1948 - Me preparaba a mi casamiento desde el Hotel de Inmigrantes...
El funcionario dijo:
"...a
las ocho, acá como todos
los días." ¿ Cómo, y el casamiento?" "Desde acá la
acompañará un funcionario del juzgado de
menores." Así se hizo. Pero no a las dos. Giorgio me esperaba, puntualmente,
en el Registro Civil, con mamá,
Cesarino, y los testigos: Eloy Salgado,
para él y Mendez GonÇalvez, para
mí.
Ese día había salido el sol, pero
hacía un frío terrible. El flamante novio, puso debajo de su impermeable, un forro de piel de cordero, que lo había acompañado en los vivac de cinco
años de guerra. Al ver que pasaron las
dos y luego las tres, y yo no llegaba, fue al puerto a buscarme, enojadísimo. "Qué pasa, ¿que
estás esperando?" Yo estaba sentada en un banco, medio muerta de frío y de hambre. No había comido nada, ya que no había llegado ni
siquiera la pizza. Nunca me sentí tan
desgraciada y me costaba mucho tragarme las lágrimas. Con un hilo de voz, traté de explicar: "El
funcionario no volvió. Fue a llevar una
chica polaca a casarse!" " Bueno, yo vuelvo al Registro Civil"
me dijo. "Si no llegas a las
cuatro, no me caso nada! Despido a los
testigos y a otra cosa." Y se fue. Un desastre. Ahí sin entender nada y sin preocuparme demasiado
por el maquillaje, dejé rienda suelta a
mi llanto.
Pero había más. Cuando Giorgio se
iba, al pasar por la garita de guardia del puerto, lo pararon: ¿que lleva ahí
abajo? - Nada, una piel de cordero, para el frío.- Pase, desnúdese.- ¿Cómo? me
tengo que ir a casar, carajo! Lo palparon y... ¡váyase, felicidades, eh! Así lo
contó él, todavía enfurecido. Nos reímos durante años.
Finalmente, a las cuatro, llegué al
Registro Civil. La alfombra roja y los sillones de felpa daban un aire de
solemnidad al lugar, aunque estuvieran bastante raídos. "Acepta Ud.
etc.etc...."
"Qué le parece, después de todo
esto" contestó el novio." Diga sí o no dijo el juez, si no, no vale."
Cuando me tocó a mí, el hilo de voz que salió de mi garganta, promovió la
hilaridad de los presentes. Por fin
terminó. Había entendido muy poco del discurso del Juez. El funcionario-tutor que me había
acompañado, tiró de malas ganas todos nuestros documentos sobre el escritorio y,
sin decir ni felicidades ni nada, pegó la
vuelta y se fue.
El juez, esta vez con una sonrisa, me entregó la Libreta de Casamiento:
Domicilio de Doña Rosana Giorgi decía: "Hotel de Inmigrantes" ¿Era un
estigma? ¿Inmigrante yo? Noo, tal vez desterrada, exiliada de una Patria
ingrata, pero ¿inmigrante? ....
¿Qué me decían? Ah, sí, el señor Juez: felicidades, SEÑORA!
Gracias, Señor, sí... seré feliz! Una exiliada feliz!!
Mamá había preparado una pequeña recepción
en una confitería cercana. Éramos
siete, con los testigos y la señora Besset (la
colega). Y había flores blancas sobre la mesa. Crisantemos, redondos, gordos y blancos. Brindamos con champagne. ¿Y
el anillo? La alianza de mamá. De
acero, la que le entregaron a cambio de la suya de oro, cuando la donó a la Patria, por allá por el
año '36.
Inolvidable, ¿no? Así me casé. Con la misma
ropa con la que había bajado del barco ocho días antes: la ropita interior
lavada la noche anterior y un hermoso abrigo gris... de corte italiano."
Fragmento de Iª parte de ¿Te acordás? - Rosanna Atieri- Año 2000
El novio estaba nervioso pero, ¿te acordás? ¡Se hizo perdonar!