domingo, 23 de octubre de 2011

Elegir

Sin dudas debe ser la acción más ligada a lo que definimos "libre albedrío".
De hecho, cada acción del hombre, (salvo la de nacer que dependió de la voluntad o la causalidad de otros dos seres) es una elección.  Desde muy chicos elegimos, éste juguete sí, éste no, y quizás él más nuevo sea él que quede relegado en un rincón.
Y así, durante el resto de nuestra vida. Nos enfrentamos a tener que elegir caminos, carreras, trabajos y compañeros de ruta. En ésta última elección quizás tengamos, al principio, un aliado muy valioso que nos facilita la tarea o simplemente no nos pone en la disyuntiva. Estoy hablando del amor, (adivinaste, ¡Diario!)  que debe ser  absoluto. Sin embargo el amor, es un camino de ida y vuelta, quizás el único en el cual eligiéndo, nos dejamos elegir. Después , casi siempre, llega el momento de racionalizar. La suerte es cuando el raciocinio reafirma la elección. Del resto es inútil hablar porque ya entraríamos en un terreno donde sólo los protagonistas tienen la palabra, por más técnicas psicológicas se quieran implementar. No obstante, caro Diario, sólo los protagonistas tienen siempre la palabra...y vuelven a elegir caminos, diferentes, divergentes o paralelos, pero siempre les queda la posibilidad de elegir, a ellos mismos, insisto, ellos mismos, sin interferencias ni imposiciones, podrán volver a elegir.

Acá quería llegar para explicarme lo que siento hoy, después de ver reconfirmado lo previsto en las elecciones presidenciales. Digo, yo fui a votar, es decir, elegí y sin embargo a nadie le importa lo que yo haya elegido. ¿Por qué me venden un discurso de libertad cuando yo y unos 20 millones más tenemos que someternos a lo que eligieron los otros tantos? Y pregunto, ¿nos dejarán decir a los que no elegimos, cuando no nos gusta lo que hacen los elegidos? A las pruebas me remito ...no digamos que hay inflación, paguemos callados si no queremos que nos llegue la boleta del Tribunal de Faltas...o del Sheriff de Nottingham! Y para colmo ni tenemos a un Robin Hood! 
 Entonces ¿a quién le queda la palabra a la hora de razionalizar la elección? Habrá algunos que lleguen a preguntarse, como en las parejas, ¿qué hago si ésto no funciona? ¿Cuántas interferencias e imposiciones deberé soportar antes de poder volver a elegir? En esto incluyo leyes y  disposiciones que "democráticamente" nos impondrán los decretos de necesidad y urgencia,  las leyes de diputados ausentes  y los  atropellos sindicales y piqueteriles varios.
Muchas preguntas sin respuesta. Me queda la esperanza en un milagro. Quizás, nuestra Presidente, al verse, al sentirse tan querida, se de cuenta de que es justamente eso: NUESTRA Presidente y  no se trinchere detrás  los apláusos, creyéndose que con el clap clap está todo bien y todo dicho.

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