sábado, 16 de marzo de 2013

Tal vez, después, no todo será lo mismo








    Esto comenzó el 21 de agosto de 2012.
Ese día inicié el viaje que vislumbraba en sueños, en  el post anterior, Fuego añejo-Fuego nuevo.
   No quiero que esta resulte una descripción cronológica, eso de...llegamos,comimos, partimos etc.
   No, voy a tratar de transmitir lo que sentí, que compartí, que aprendí y lo que me quedó. No será  sencillo porque no tomé ni una sola nota. Seguiré el vuelo de los recuerdos según se me ocurran. Quizás resulte algo que sólo tenga significado para mí, o no...Espero en verdad, poderlo compartir.

   Buscaré algo del color que traigo en el alma.  Espero que las imágenes me ayuden a desentrañar las palabras que están aprisionadas entre la mente y el cuore.
   El día 22 de agosto, entonces, llegué a Italia y después de cuatro días, la dejé en espera. 
   Iba a encontrarme en Roma con Alejandro.
Me invadía una sensación de tranquilidad al pensar que el mayor de mis nietos sería esta vez, el "capo cordata", el conductor de este viaje. Mi nieto ¡tomaba la posta! 
   Me dirigí a buscar mi valija, levitando en una mezcla de alegría y paz.  Admito que a toda la movida sentimental se agregaba la tranquilidad de viajar con un fantástico intérprete. En Etiopía, me habían dicho, se habla amhárico o ingles. ¿El italiano? Ya no.    Eso será parte de otras reflexiones o tal  vez, desilusiones.

. El vuelo partía a las 0:5 a.m.del día 27 - para ser más clara, apenas pasada la medianoche del domingo 26/8.
                                     
                                                                              


Al transponer la puerta del avión, entramos en Etiopía.  Entre el pasaje éramos pocos los occidentales. Nosotros dos, los únicos absolutamente turistas. Otros, pocos, hombres con attaché.  La mayoría de los pasajeros  eran dueños de casa. Una casa donde la gentileza es el sello distintivo conjuntamente (cumpliendo con mis espectativas) con la belleza de las mujeres. No está permitido fotografiar las azafatas, esta es la foto de una foto, pero da la idea, aunque la "nuestra" era más linda!
   Cuando digo que estuve en Etiopía, tengo que aclarar algo.  Estuvimos en el norte, en el país amhara, donde la meseta se angosta y el camino sube hacia las montañas que llegan a más de 3000 metros de altitud.  Las laderas descienden no siempre suavemente, repartidas en un damero de cultivos. Me sorprendió tanto verde: los campos de maíz tan rozagantes como los de nuestras pampas y los de tef, unas espigas delicadas que contienen granos más chiquitos que una cabeza de  alfiler. Este último es un componente muy importante de la alimentación etíope. (Nosotros también lo comimos) La vegetación es rala, nada que ver con el imaginario de la selva africana. Tampoco encontramos fieras o animales salvajes ni nada que se parezca a una organización tribal. Los amharas viven en pequeñas ciudades, en ínfimos pueblos o en el campo.

                                                         
  


                              
      Hacían16 grados al aterrizar en Addis Abeba y llovía. Mi protector solar volvió intacto a la espera de nuestro verano. Consecuentemente, al bajar del avión, con mi atuendo "africano", me morí de frío. Por suerte Alejandro tenía en su mochila una campera de respuesto y el primer café de Harar resultó muy confortable.
     La ceremonia del café en el aeropuerto. La señora me había pedido venderle Alejandro a cambio del café (tu hijo ¡medijo!) por suerte lo arreglamos con unos Birr (moneda local)
                                                                      


  Nuestro recorrido, nos iba a llevar desde Addis Abeba hasta la  meta de mi búsqueda. La ciudad de Bahar Dar a la vera del Lago Tana, al noroeste del país.
 Primero tomamos un par de aviones, vuelos cortos de cabotaje, con la lluvia remolineando en las hélices. A mitad del viaje, preferimos el contacto más cercano que nos ofreció una combi 4x4. 

                     
     Aquí van algunas imágenes que no hubiéramos capturado desde un avión. En un viaje así, tan motivado por la necesidad de escuchar a la gente, de comprobar lo imaginado, fue la mejor elección. 
        
      
                                           Calles de Lalibella
                                                                                                                                                        
                                                                                                               
      A lo largo de la llamada  Ruta Santa, diría que sólo cruzamos aldeas. Aunque las llamen ciudades,  Aksum y Lalibella,  son aldeas un poco más grandes que los raros poblados, muy pobres, que cruzaríamos en nuestro viaje por tierra. 

En Aksum, nos encontramos con los primeros signos de la profunda religiosidad de ese pueblo. Unos antiguos obeliscos - monolitos de piedra que oradan el cielo, grabados en toda su altura, -datan de más de mil años y aparentemente, señalan tumbas de reyes; se pierde en el misterio el cómo y quiénes lograron erigirlos. Uno solo está en el suelo, quebrado en colosales secciones. Nunca nadie se atrevió a levantarlo.
En cambio, nos señalaron él que los italianos se llevaron a Roma, después de la conquista de Etiopía en 1936 y que con toda justeza, fue devuelto a su lugar y a sus dueños en el año 2000.
Ahí cerca se encuentran también las ruinas del palacio de la Reina de Saba. Los etíopes atribuyen su origen semítica a la unión de ella con el Rey Salomón.
Como a corporizar la historia de aquella alianza que comenzó con intercambio de dones, una larga fila de camellos pasó delante de nosotros mientras visitábamos las ruinas. 


    La Ciudad Santa, según cuenta la leyenda (así comenzaba sus relatos nuestro guía etíope, Negussy)  guardaría, desde aquellos tiempos remotos, en una pequeña capilla, el Arca de la Alianza. Custodiada por un monje, nadie tiene acceso a ella. Además, entre otros, hay un templo al que las mujeres no tenemos acceso.  Mientras Negussy y Alex lo visitaban, tuve la suerte de poder esperarlos, descalza, en otra iglesia grande, con vitrales polícromos, adornada con cortinados gruesos y grandes pinturas planas, de colores muy fuertes. El Cristo, la Virgen y los Santos me miraban con hojos muy abiertos y redondos.
   Estaba sentada, absorta en la contemplación, cuando un monje me invitò a seguirlo hasta un atril dorado.  Ahí me mostró  una antigua Biblia manuscrita en amhárico. Él me señalaba algunas líneas  y unas ilustraciones, yo escuchaba el sonido de la voz. El hecho de no entenderlo, hizo que me concentrara en sentir la atmósfera, la paz que emanaba desde aquel hombre sin edad, ataviado de blanco, sin brillos ni oros. Desperté de un ensueño cuando el pope quitó la mano de mi cabeza. Por la puerta vidriada entraban Ale y Negussy. Éste me preguntó, ¿qué te pasó? - No sé, dije, algo que no puedo definir. Él  dejó una limosna y me sonrió. Ale me acompañó afuera,  hasta mis zapatos, sin hablar.
   Fue el primero de otros encuentros que me dejarían perpleja tratando de entender desde lo racional, qué me conmovía tanto. En algún momento debo haber dejado de hacerme preguntas. Renuncié a tratar de entenderme a mí misma para dedicarme a entender, a profundizar la esencia de ese país y su gente. 

                                                            


                                                      

   A lo largo de los camino, los etíopes andan incesantemente, arreando su ganado o simplemente caminando desde o hacia algún lugar, sin apuro y aparentemente sin nada importante que hacer. No vimos transporte, a no ser por un desvencijado camioncito con gente apiñada y otra que había quedado de a pie.


                                                           


 
   Negussy fue mucho más que un guía. Viajábamos solos, con el chofer y con él que era el nexo con ese pueblo del cual era voz y parte.
   Respondía a mis preguntas con cosas así, " sus casas no están hechas para estar". En ellas solo se duerme, afuera se cocina, se trabaja, se come...se vive." Negussy  hablaba español y con su relato sencillo, nos permitía penetrar en la idiosincrasia de su pueblo a fin de que pudiéramos entenderlo  y, pienso, apreciarlo. Los niños ocuparon un lugar especial en mi acercamiento. Son hermosos, simpáticos y sin la picardía de los chicos occidentales. No pueden - no deben - pedir dinero. Sólo pueden vender algunas chucherías (eso es considerado "trabajo" que ayuda a la familia) Y tienen un modo de pedir "caramella" - así en italiano, que me conmovió mucho. 

   Decía que van y vienen, hombres, mujeres (las más) y niños. Salvo estos últimos, los mayores visten, en su mayoría, de blanco. Las mujeres tocadas con pashminas  bordadas en los orillos y los hombres con turbantes. No todos están descalzos y todos nos sonríen. Ellas llevan cargas en las cabezas herguidas, leña,  bultos y en la espalda, bebés. Los niños cargan bidones de plástico amarillo con agua que consiguen en pozos lejos de casa. 

                                                                              


A veces cargan con el hermanito más chico, a veces, arrean cuatro cabritas ayudándose con un bastón. Éste es un bien muy preciado, por cuanto puede tener varios usos...desde apoyo para transitar en el barro, como soporte, o atravesado sobre los hombros, para colgar bultos en los extremos. Se puede. además transformar en caña de pescar, con un piolín en la punta, si te sorprende la hora de comer cerca de un río.
   Nada, en el aspecto calmo y sereno de esos caminantes, sugiere que el palo pueda ser utilizado como arma. En ningún momento, ni en ninguna parte, vimos actitudes violentas.
   Los religiosos usan bastones  durante los ritos.De difernte tipo y medida, desde un corto cayado hasta  los que en lo alto, culminan con hermosas cruces de bronce. Pero eso lo veríamos más adelante.


   Estoy anticipándome, pero dije que no iba a ser una bitácora. Voy y vengo. Tal vez debería haber entrado de a poco en ese mundo que se ha quedado en el tiempo, pero yo buscaba coincidencias con lo que había imaginado y recordado en pos del recuerdo de mis mayores. Todo venía a mi encuentro sin que yo lo buscara. Como en las páginas del libro que escribí. 
   Comprobé que ellos siguen aferrados a su religiosidad, así como a lo ancestral de sus arados tirados por bueyes y a su duro trabajo rural. En alguna parte de la historia habrán quedado, herrumbrados, los tractores italianos, que habían llegado para librarlos de la esclavitud de la gleba. No puedo evitar sentir pena por eso...aunque hoy pienso que no alcanzan las buenas intenciones y las promesas de un mundo mejor,  para cambiar culturas milenarias. 
En este punto es inevitable reflexionar sobre la situación del país. Donde hay  movimiento turístico, los hoteles son buenas fuentes de trabajo. Cuentan con personal bien adiestrado ymuy gentil, así como con los jóvenes que pululan en los alrededores, ofreciendo servicios diverso como guías, lustrabotas y /o esporádicos acompañantes. Claro que esta constituye una pequeñísima parte de la población que tiene acceso a un trabajo.
El comercio al menudo, se basa por lo general, sobre tienduchas o vendedores sentados en el suelo, vendiendo gaseosas y no sé qué otros alimentos, rodeados de moscas.
Solamente en Lalibella encontramos unos negocios invitantes: souvenir, ropa, collares de ámbar y adornos de plata. En particular, Alex encontró uno, atendido por tres chicas, a cual más bonita. Vendían túnicas, chalinas y cosas muy lindas para mujer. Se volvieron tán amigos, que aquél caradura me llevó a comprar una hermosa túnica ¡para cuando presentes tu libro! De todos modos fue muy lindo conocer a las chicas que hablan inglés, tienen e mail y preparan la ceremonia del café, al modo de sus abuelas. 
Lamentablemente, una rara exepción.
A nuestras preguntas sobre la política económica, nos habían dicho que desde que el presidente había logrado que Addis Abeba fuera nombrada capital de la Unión Africana, habían crecido el comercio y la exportación de sus productos - primarios supongo - por cuanto no vi ni un atisbo de industria. Nos aseguraron además, que Etiopía es el país más tranquilo y seguro de África, donde conviven cristianos y musulmanes en perfecta armonía.
De hecho, en ningún momento me sentí amenazada o con miedo. Por lo contrario, diría que me sentí siempre bienvenida y protegida.
En lo social, Negussy nos había contestado que el presidente que detentaba el poder desde hacía 21 años y acababa de morir con apenas 58, había hecho "mucho" por el pueblo. 
No se desde donde partía la cuantificación, pero me pregunto cómo habría sido antes de aquel "mucho". Solamente en Axum y Lalibella, vi un par de edificios, bajos y sin rebocar, que denotaban su condición de escuela, desde el mastil en el medio de un patio de tierra. En esos días, la bandera colgaba a media asta, por el luto nacional.
Personalmente, entre lo visto y lo oído, me quedó la sensación de que los amharas, diseminados en un territorio despoblado y montañoso, son un pueblo abandonado a sí mismo. Que tal vez lo sostenga su religión, aunque sólo les sirva como sostén espiritual. Da la impresión que la Iglesia es muy pobre, los religiosos también. No he visto nada que se parezca una casa parroquial, a una misión, donde los necesitados pudieran concurrir.  
Asimismo, en esa sociedad, en ningún momento noté un gesto de rebelión.
En Lalibella, un muchacho le contó a Alex que precisaba un exponsor (sic) que le diera 50 dólares para poder comprar el uniforme y los libros y así poder entrar al "Instituto". ¿Será verdad? nos preguntamos. Pero estuvimos de acuerdo en que ni valía la pena ponerse el dilema. Vamos, todavía, dijimos y algún día nos enteramos de que el "doctor" X puso una salita y es el médico del pueblo.
 El del medio es el futuro universitario.

                                                                 

     En nuestras reflexiones de sobremesa, antes de ir a dormir, Alex y yo coincidimos en que tal vez, fueran los 50 dólares mejor gastados del viaje.
    Estábamos conociendo un muy bello. pero muy pobre país aunque quizás, el concepto de "pobre" que nosotros tenemos, no tenga ninguna relación con él de ellos.


Hay una diferencia enorme entre la capital y el interior, al menos con la región del norte.
Addis Abeba, es una gran ciudad, con enormes plazas de cemento, avenidas anchas y como todas las ciudades que se occidentalizan desde una estructura diferente, presenta una abigarrada mezcla de antes, ahora y... un anticipo de lo que vendrá. 
Los grandes hoteles, las altas obras en construcción - unas cuantas - ensombrecen la edificación de  los buenos comercios  y casas bajas que todavía flanquean la avenida principal. Algunas con flores en las ventanas o una bouganville - nuestra Santa Rita - que recubre una pared desafiando el polvo. En esos días la ciudad estaba cubiertas de afiches con la foto del presidente difunto. Aparentemente había gozado del apoyo popular que se manifestaba con procesiones silenciosas a la espera de los funerales.


Se me ocurrió, en aquel primer día frío, ir a buscar una campera. Guíados por
Negussy que acabábamos de conocer, entramos en un shopping moderno y ruidoso erigido al lado de tiendas locales, atestadas de ropa heterogénea. El todo, frente a una vereda rota y sucia. Sin embargo me pareció que las tienditas tuvieran más clientes que el shopping. No encontré nada para comprar  y seguí observando.
 
   El transporte sufre las mismas diferencias; al lado de los relucientes Toyota y algunos Mercedes, circulan autobuses atestados y algunas chatarras con ruedas. Hay motos y pobreza. Pobreza urbana, suciedad, miseria. Miseria que, contrariamente a lo que veríamos después en el norte, no tiene nada de laborioso.
También hay mucha gente que va y viene, pero con apuro ciudadano.
 
                                                       
                                                              
 
Por suerte Negussy, nos llevó a conocer el hermoso templo de San Salvador. Rodeado de blancas columnas que contrastan con el azul de las cúpulas bizantinas está ubicado en el medio de un gran espacio cercado. Cuando llegamos se estaba celebrando un culto, afuera, así que lamentablemente no conocí el interior.  Me gustó el silencio y el recogimiento de los fieles...en su mayoría "las"!
Al salir,  vi un chiquito que con un corto cayado, arreaba su cabrita  en el cantero central de la avenida.
                                                 
                                            

   
    
   Esa noche, por primera y última vez, comimos en un restorán etíope. 
   Nunca vi un lugar igual ni nunca me sirvieron un cordero tan picante sobre un panqueque que era a la vez plato y guarnición que, por supuesto, se comía. Explico: el enorme panqueque que cubre toda la mesa cuyo plano es un hueco (jaja! miren las fotos!) se llama linjera y está hecho de harina de tef, un cereal que es el alimento básico de los etíopes.
Tengo que decir la verdad: después me descompuse, pero lo exótico del ambiente y de la comida, valieron la pena!

                                                                               
                         
                                       
                                                                               




                                                                      
                                                                      

               
      Al otro día nos iríamos, dejando atrás Addis Abeba. 
En amhárico significa "Nueva flor" - nombre que le fue dado por sus fundadores cuando al llegar a aquella meseta, la encontraron cubierta de flores amarillas. Allí ya no se ven. Por suerte todavía quedan muchas a lo largo de los caminos y la llaman "velas del cielo".

Veo que Adddis Abeba se infiltró sin pedir permiso!

 Sigamos la Ruta Santa.
Dejamos Axum con sus obeliscos y los camellos. El l tercer día tomamos un corto vuelo que, entre lluvia y nubes negras, nos dejó en Lalibella. Lugar sagrado para los fieles de la Iglesia Ortodoxa Etíope y Patrimonio de la Humanidad.
Allí se encuentran once templos subterráneos, cavados en la piedra. Un verdadero tesoro arqueológico que conserva el eco de cánticos y ceremonias que se celebran hoy en día, con el mismo rito y fervor de hace cientos de años.
El origen que se remonta al siglo XII se diluye entre mitos y leyendas.
Cuenta entonces la leyenda, desde la voz queda de Negussy, que el Rey Lalibella quiso construir su propia Gerusalén pero protegida de los apetitos de los vecinos. Comenzó así la tarea de cavar con sus  propias manos y un mísero pico, las entrañas de la tierra. No se sabe si  el rey se había puesto un término, pero viendo que la obra crecía lentamente, cuenta la leyenda, una cuadrilla de ángeles venía todas las noches a continuar el trabajo.
El más importante, el santuario de Bet Giorgis, en forma de cruz griega  se admira desde el nivel de la calle, antes de aventurarse a descender para extraviarse en sus laberintos.

¡Fe y humildad!
Había llovido durante todo el camino desde el aeropuerto y al llegar, invoqué a los ángeles cuando comprendí hasta donde debería calarme. Por suerte había uno esperándome para llevarme tomándome del brazo en el barro resbaladizo. No pude adivinar su edad. Su nombre era Adino, delgadito, muy oscuro, con dientes muy blancos. Una vez abajo, me desató los cordones y entré con mis media mojadas en el túnel que me llevaría hasta la iglesia. 






                                 
 Espero que las fotos sean buenos testigos.

Sólo se me ocurren adjetivos y no me alcanzarían para describir mis sensaciones.
Nos quedamos dos días, mágicos e inquietantes.

El hotel Roha, confortable, y en carácter con el paisaje, igualito al de Axum, resultó fantástico a la hora del descanso.
                                   
                                  
                 
Al día siguiente nos esperaban las mulas.Con todas las ganas me preparaba a subir hasta los 3.500 metros dónde se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Sión




  Y subimos a las mulas! Mi excursión duró escasos 200 metros. Bastaron para las fotos y para darme cuenta de que, como transporte, el lomo de mula no me fascinaba. 

    Alex siguió como era de esperar. La cabalgata valió la pena y lo que me perdí, lo pude apreciar en magníficas fotos          




Hola Caro Diario! Hoy es 9 de marzo de 2013- No voy a contar los días, sé que han pasado muchos desde que dejé mi racconto allá, en el lomo de la mula.
Después del entusiasmo de la recién llegada que  desbordaba por contar, caí en algo que podría poner entre la depresión post parto y el caprex antes de presentar una tesis.

Venía de palpar una realidad y tendría que confrontarla con lo que había escrito y, para colmo, dado por terminado. Me sentí turbada por una disociación del pensamiento. Por un lado me asombraba la enormidad de tantas coincidencias. Al escribir sobre gentes, lugares y hechos lejanos, uno lee y por sobre todo, recobra los recuerdos, esa valiosa  información que la mente tiene en su archivo. Es así como me encontré en muchas circunstancias a vivir un "dejà vu", algo así como esto yo lo viví, yo estuve aquí y he amado a este lugar. Por otro lado, traía un sentimiento de pérdida. Sentí que en aquel hermoso lugar, el tiempo había destrozado los sueños que yo había hecho mios. Tuve que releer mi historia, explicarle que los sueños a largo plazo, se vuelven utopías que la realidad, a la postre, tse encarga de desmentir. 
   Etiopía fue un sueño italiano que no tuvo tiempo de materializarse. En consecuencia, para los etíopes, fue el sueño de los otros. De esos y otros sueños trata mi novela que atraviesa la Historia.  
   Así que al final, dejé que la historia se contara a sí misma. Tiene todo el derecho de narrar lo que sabe de las vidas que le dieron vida. Solamente tuve que modificarle un poco el final...porque,sabes, le dije, las certezas no existen. Si aceptamos el beneficio de la duda, todo se hace más posible.

    Y ahora vamos hacia el Lago Tana. El lugar que, desde la imaginación y el recuerdo de una canción de soldados, me inspiró una novela. 

                        
La idea de cambiar el avión por la combi resultó genial. Dejamos Lalibella por la mañana.
Teníamos por delante 250 Km. de ruta de los cuales sólo la segunda mitad está asfaltada.

El cielo pintaba gris pero al salir no llovía. 
El camino de tierra, bastante transitable, al principio sube y baja,  se adentra  por unos tramos entre campos cultivados y de a ratos se angosta flanqueado por caídas de piedras y laderas boscosas. En los bordes, cada tanto, florecen matas de "velas del cielo", aquellas hermosas flores amarillas que le dieron nombre a la Capital. 
Se me daba por pensar y me parecía imposible imaginar, en medio de tanto verdor, la tremenda sequía que en los años '80, mató a millones de etíopes.


Se ve poca gente, algunas mujeres y niños trabajando en los campos verdes y hombres que en grupos reducidos hacen algo, evidentemente, aunque no podría decir, qué. 
        Cada tanto, algún árbol aislado  se alza  imponente, ofreciendo un buen primer plano para la foto de un paisaje extraño, limitado por altas montañas.

                   

 
   Aquí y allá, aparecen aislados o en pequeños grupos  apretados, los "tucul" - la vivienda tradicional, cónica, hecha de barro y paja, techada con largas hebras de pasto seco, que defiende el interior del del calor o del frío.
   Muchas de estas chozas, se encuentran en un estado lamentable y quizás sólo se utilicen como reparo precario para los pastores. Otras se ven en mejor estado pero, lo lamentable es ver que se van occidentalizando con techos de chapa, perdiendo así el carácter autóctono y el beneficio de la protección climática, sin embargo el interior no cambia. Sigue siendo, como desde siglos, una única habitación redonda donde, como dijo Negussy, no se "está". Quizás sólo se duerma y se cobijen adentro las familias enteras, cuando azotan las tormentas.



   Hay que agregar que en las aldeas, obtienen las chapas con subsidios oficiales.

 



    Finalmente llegamos al camino bueno. Llovía torrencialmente y la ruta parecía una cinta plateada. 
De repente, comenzamos a distinguir entre el chubasco, gente que caminaba. ¿De dónde venían, si hasta ahí habíamos andado solos? Aparecían en pequeños grupos, hombres, mujeres y chicos, algunos con paraguas, otros con pesados bultos, muchos con bebes en la espalda, mojándose como cualquiera. Los caminantes se transformaron en una multitud que tenía como meta el mercado, instalado a la vera de la ruta. Parecía un lugar elegido al azar para tender las alfombritas y distribuir sacos y canastas en el suelo mojado. Una abigarrada muchedumbre colorida, donde cada uno es a la vez comprador y vendedor. 
El mercado, a la vera de la ruta bajo la lluvia, era la visión que me faltaba por conocer.





   No hablábamos demasiado durante el viaje. Ale y yo estábamos ocupados con las cámaras (las mejores fotos, obvio, son las suyas). Yo me sentía inmersa en un tiempo irreal, ¿qué hago yo acá? Seguro habrá quién me entienda. Negussy y el chofer hablaban bajito, en su idioma. Cada tanto nos señalaba algo o contestaba nuestras preguntas. 
Queríamos enterarnos, conocer más en profundidad ese pueblo cristiano, africano, muy pobre que no obstante, no se puede tachar de primitivo.  Basta con mirar sus rostros, serios o sonrientes, no importa, para distinguir un orgullo que ni los harapos logran disminuir. Como dije al principio, son linda gente y me percaté de que me estaba encariñando.
  
Y llegamos al cruce. Era el primer cartel con indicaciones que encontrábamos en todo el recorrido.
   Bahir Dar, a la izquierda. Ahí aprendí que se escribe así,aunque, tal cual aparece en los mapas,  Bahar Dar es aceptado. En amhárico Significa, "orilla del mar". 
   A la orilla del lago Tana, el más grande de Etiopía,se encuentra esa ciudad linda, preparada para el turismo, tiene admás de unos cuantos hoteles de varias estrellas, todo lo que se le pide a una ciudad: , bancos, correo, una larga avenida flanqueada por palmeras y el tráfico caótico y variado tal como es de imaginar. Tracción a sangre, Toyota, Mercedes (de todas las edades!) camiones y un peculiar transporte colectivo. Las fotos van a ser más elocuentes que mis palabras.


 Paramos en un Hotel Resort, con cabañas distribuidas en un gran parque.
Me parece que todavía no lo dije: en Etiopía ¡hay muchas flores! 
Será que, como "cuenta la leyenda" (y Negussy afirma), ¿ahí nació la humanidad? 
Sí, ese lugar  podría haber sido el Eden. De hecho se encontraron allí los restos de la mujer más antigua del mundo que los arqueólogos llamaron Lucy.
    Nos alojamos al mediodía y enseguida recomenzó a llover. Eso no impidió que volviéramos al camino rumbo a las cascadas del Nilo Azul que nace en el lago Tana, desde donde precipita y recorra el valle hasta desembocar en el Nilo Blanco. Las aguas, al unirse, forman el Gran Nilo.
   Apenas unas cuadras afuera de la ciudad, caímos en lo más feo. En los suburbios de esa hermosa localidad y durante todo el tramo, nos encontramos con la peor miseria. Naturalmente el barro no ayuda, pero en realidad el contraste era muy notable. 
   El camino, al dejar la orilla pantanosa del lago, atraviesa una amplia zona  cultivada. Vastas extensiones de maíz se veían muy  verdes y prometedoras de una buena cosecha. Negussy nos enseñó unos viveros de rosas. Los largos galpones eran las únicas construcciones decentes en medio de un caserío paupérrimo. Pero, las rosas abisinias se exportan a Europa! No pude hacer de menos de pensar que los que las cultivan, merecerían vivir un poco mejor.  

 
            Atravesando este panorama, llegamos a la base del tramo final. Una especie de puesto de gendarmería donde se paga una entrada al Parque. Rodeado de gente, vehículos, vendedores de bidones y aspirantes guías, todos metidos en el barro, tenía un aspecto deprimente. Al llegar me enteré que era el lugar donde, entre Alex y Negussy, se habían confabulado para dejarme!!! Que el camino es muy bravo, que está muy resbaladizo, ¡que que que! Les hice entender con pocas palabras que yo no había llegado hasta ahí para quedarme en ese inmundo rincón fronterizo y que lo mejor era ir andando.     Naturalmente, no hubo objeciones y seguimos..jaja, me asignaron un guía(¿un portador?) que me trituraba la mano, sudaba abundantemente, olía en igual medida, pero me cuidó como si fuera su abuela. Me agencié un sagrado palo etíope y emprendí la subida,la bajada, la resbalada, otra subida, un vado...en fín, la aventura más emocionante que había vivido hasta entonces. (No sé si habrá tiempo para otra!)
   Un muchacho, con la camiseta del Milán (o parecida) nos acompañó un tramo tocando la quena. Más o menos a mitad de camino, cerca de un grupito de tucul escondidos en la selva,  me encontré  rodeada por un grupo de pequeños, entrañables, hermosos negritos, con las manitas tendidas. Los mayores sabían el santo y seña, caramella, caramella y casi me muero de bronca cuando caí an la cuenta de que había olvidado el paquete en el hotel. Por suerte me salvó una cajita de Tic Tac, que no estaba llena y que traté de repartir lo más parejo posible. Pero me sentí miserable! De veras, hubiera querido tener una bolsa de caramelle para repartir y verlos sonreír, mi Dios, por tan poco!
                                                                 



 
                                 
                                         
    Un poco más y alcancé la meta a pesar de los "prejuicios" de mis acompañantes. Llegué donde me esperaba la sonrisa de Alejandro! ¿Qué le iba a decir? Eso de ¿visteeeeee?  no cabía, ahí, en ese momento único y en ese lugar donde todo calla, donde solamente cabe escuchar la estruendosa belleza de ese rincón de África. 
   África tiene un sonido que se apodera de los cinco sentidos. No es sólo lo que se oye, es lo que se siente vibrar en cada molécula.

                                        
Bajamos a la par de las aguas. Al volver me di cuenta de que desde que había entrado en la "picada" , había dejado de llover.

    Al día siguiente se acumularon las emociones. Finalmente ahí estaba la orilla con los papiros y las cañas ondulantes. En frente, escondida trás un velo de neblina,  la Isla. 
La que yo había imaginado para dar vida a una historia de amor, dolor y gloria.
Se llama Entoto Mariam y allá nos dirigimos en lancha. 
   Negussy nos contaba algo de la historia que yo conocía. Como en toda esa parte del país, la religión tiene absoluto protagonismo. Se dice que un tal Frumentius, que introdujo el cristianismo en la región,está sepultado en una de las diecisiete islas. Y en muchas se encuentran monasterios y tumbas de santos.
    Durante la travesía, corta y calma, pude ver las canoas de papiro, con las que, como desde cientos de años, transportan madera y mercancías, o van pescadores. No tienen cañas sofisticadas, pescan con redes, luego venden y también se alimentan con su pesca.
                                                           
La Isla se parece a los otros poblados que conocimos. Tiene el monasterio que yo buscaba, una casa , con forma de tucul, pero más refinada y rodeada de selva. La magia que inventé estaba ahí  quizás un poco lastimada por los puestitos de souvenires! Los vendedores, aquí también son chicos. Eso hizo que no hiciera caso al consejo de Ale sobre el infaltable regateo. Es verdad que me había servido cuando compré el collar de ambar en las ruinas del castillo de Saba...pero ahí recién llegaba y todavía no me había enamorado de los niños. Así que compré una colorida réplica de la mesa de mimbre y un par de canoitas de papiro, pagando el precio pedido. Seguramente no me arruinaron el presupuesto!
Nos descalzarnos una vez más para entrar en el templo, luego recorrimos otro poco en busca de "la placa" perfecta y volvimos a la lancha.
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   En Bahar Dar me esperaba otra experiencia fuera de programa. 
   Camino al restorán, nos enteramos que en el hotel se festejaba un casamiento.
Me metí tímidamente para curiosear. Era un casamiento importante, las mujeres todas elegantes en sus preciosas túnicas bordadas en oro y los hombres de traje occidental. 
   Estaba mirando el auto, adornado con tules y flores, cuando se me acerca una señora mayor, alta, hablándome, ay, en inglés! Le dije que no entendía pero no hizo falta ningún otro idioma que una gran sonrisa. Pude comprender que era la tía de la novia y me estaba invitando a la fiesta! Lamenté decirle que no me podía quedar y entonces llamó a un muchacho que me regaló un pimpollo y nos sacó una foto, juntas, mientras ella me abrazaba. 
   Caro Diario, la calidez y el amor para el otro acercan más que todos los discursos. Y aquí me ven, con esta noble etíope, en un momento inolvidable.
   Eso me serenó la tristeza que me había dado el ver un desvencijado tanque de guerra, puesto en la entrada del hotel como...¿adorno o memento?

                            
                                     Ganó la vida! aunque no sea tan fácil.

                                            La ceremenia

                                                    La tía

 Última tarde en Bahar Dar. Nuestro vuelo de regreso a Addis Abeba salía a las nueve de la noche.

    Dejé con mucho pesar la fiesta porque Negussy se ofreció a dedicarnos la tarde. En realidad nos estaba invitando y fuimos con él.
   Nos acompañó a comprar los últimos regalitos y las estampillas que olvidé en Meina. Nos estaba mostrando la ciudad cuando se me ocurrió preguntarle  (sin ninguna esperanza) si no sabía de una peluquería. ¿Cómo no? ¡Y me acompañó!
   Así fue como me fui a peinar en Bahar Dar, a la orilla del lago Tana, y lo bien que salí!
   El negocio era sencillo, estilo pueblo, pero el "estilista", un ídolo: había encontrado alguien que entendía el italiano! Sólo por eso lo hubiera abrazado. La concurrencia, una matrona y un par de mujeres que estaban bajo el casco, todas morenas, me miraban disimuladamente. La chica (hermosa!) que me lavó la cabeza no paró de hablar con las otras  mientras me enjabonaba. Nunca  sabré si yo era el tema de conversación, pero me sabe que sí. En menos de una hora salí, contenta y  acompañada por la sonrisa de todos.


                                                   La hermosa ayudante y el peinador

Los hombres que habían ido a ver no sé qué, pasaron a buscarme. Negussy nos llevó a tomar el té al lugar más exclusivo de la ciudad.
El bar restaurante, construido  en medio de un gran parque, se asoma al lago. La construcción sugiere un estilo africano, un poco peculiar. La terraza, en la tarde avanzada, invitaba a sentarse en contemplación...cosa que mi nieto no hizo, ya que habiendo encontrado Wi Fi, enchufó su notebook que llevaba varios días de descanso y retomó contacto con el mundo.


                                                 




               
   
                                                
 
   Yo estaba compungida; un sinfín de pensamientos me rondaban por la mente. Pensaba en mi novela, en las coincidencias que milagrosamente, había encontrado y en el vínculo con la gente que había crecido en mí, tanto, en tan pocos días.
Había venido con muchas preguntas y me iba con muchas respuestas, aunque no todas me satisfacían.
   Pensaba (y pienso) que a ese pueblo, con tantas carencias, habría que acercarle soluciones pero, y esa es la pregunta a la que no encuentro respuesta, ¿nuestras soluciones, son las que ellos están buscando?  
   No lo sé. Aunque he tratado de ahondar en  la esencia de ese pueblo para saber más (y no lo lamento) siento que harían falta años para entenderlos. Es un pueblo orgulloso y sin embargo es noble y gentil. Ahí una siente que se caen todos los prejuicios. La diversidad acerca más que dividir si dejamos de sentirnos estúpidamente superiores.

    Me voy con las frases de Negussy al despedirse de nosotros, bajo la lluvia, en el aeropuerto.
- Ha sido un gran placer para mí acompañarlos en este viaje. Es la primera vez que me despido sintiéndolo.
- ¿Por qué? -  pregunté  
- Porque son los primeros turistas que no se quedan en la superficie. Más de una vez me han sorprendido vuestras preguntas, además, tú, mami, has sido un gran orgullo para mí y serás un gran ejemplo para tus nietos.
- ¿?¿?¿? - lo miré esperando...
- No te enojes, les contaba a todo el mundo que tienes 84 años. Me han tratado siempre de mentiroso, porque nunca han conocido una mujer, ni nunca conoceré yo a otra, que a tu edad haya hecho lo que tu hiciste. 
   No me salía la voz, así que busqué el tono más ligero que pude.
- Bueeno - le dije - es que nosotros no somos turistas, somos viajeros...
   Lo abracé, le agradecí, le prometí que le mandaré la novela. 
   Me alejé mientras se abrazaban con Alejandro. Escuché su último saludo:
- Gracias por haber venido a conocer el pueblo más pobre del mundo.
 
                                          
   El vuelo venía atrasado. El edificio del aeropuerto, está en construcción y es ahora un galpón de chapa, poco confortable, con sillitas de bar pero los funcionarios son atentos. Otra vez descalza, (la milésima??)  pasé el control, las medias amarillas mojadas y un tremendo cansancio emocional. Llovía a cantaros cuando con más de una hora de atraso, abordamos la escalerilla del avión en el medio de la pista.

 
     Llegamos al hotel Panorama  en Addis Abeba a la una de la madrugada. Tarde para el baile típico y la cena de despedida que de todos modos, se había suspendido por el duelo. 
El bar estaba cerrado así que nos fuimos a dormir sin cenar. Nuestro vuelo de retorno a Roma salía a las 8 de la mañana.

   El Presidente, sabemos, acababa de desaparecer.  Aparentemente querido por la población, murió joven, después de 21 años de "democrático" gobierno. 
   De todos modos me limitaré a hablar de los inconvenientes que el duelo nos acarreó.
    Ese día era domingo y se realizarían los funerales. No sé si ésa fue la razón, pero el vuelo de las 8 de la mañana fue cancelado, en medio de las escenas imaginables. Por suerte, Alex, después de recorrer media docena entre mostradores y oficinas, consiguió dos pasajes en el vuelo de las 23 del mismo día.
 
                                                      Pobres pasajeros en tránsito                    
      A mí no me alteraba demasiado visto que por suerte ese vuelo iría directo a Milán, que era mi meta final. Para Alex era más complicado porque le desacomodaba su programa de trabajo. Pero no había nada que hacer al respecto.
   Nos trasladaron de vuelta a la capital, para pasar el día en un hotel. 
   Después de almorzar, mi acompañante se la pasó renegando con la notebook porque tenía que buscar señal  pasando del piso 5 al 10 y a otro más y viceversa...enfín, estaba bastante enojado.
   Yo me senté en el bar con sillones de zebra( una pana acrílica horrible!) y miré por tele las exequias del Presidente que pasearon al féretro y al séquito, durante horas, bajo la lluvia.

                                          
                                                                    



                                                                               
    A las seis p.m. nos trasladaron al aeropuerto y, a las 23, casi nos dejan en tierra! Nunca vi a mi nieto tan enfurecido. Pero todo terminó bien,  para mí mejor! porque me ubicaron en "business". Al pobre extenuado por las discusiones, en cambio lo mandaron al asiento 39, casi en la cola!

   Después de un vuelo tranquilo, a las 5 de la mañana del lunes, llegamos a Malpensa. 
Alejandro había estudiado todas las coincidencias para tratar de llegar, sin tiempo para cambiarse, con traza de africano,  a su conferencia de las 10, en Zurich.
   La mejor solución era un tren que salía de la estación de Milán, distante 30 Km. en una hora. Había que retirar equipaje y la cinta andaba lenta.
   Por suerte nos esperaba mi remisero fiel, Daniele. Así que en lugar de enfilar para el Lago Maggiore, acompañé a la "Stazione Centrale", mi incomparable compañero de aventura.
   Con un abrazo de oso, terminaba ahí, en Milán, el viaje que acabo de relatar.
  Era el 3 de septiembre de 2012. Habían pasado sólo siete días, pero tan intensos, que todavía al recordaros, me parecen media vida.
  Espero que la emoción no haya traicionado la redacción.
   Pero si pienso que al llegar a la mitad, casi la dejo en el cajón de los recuerdos, me alegro de haber llegado al punto final.
   No te enojes Caro Diario, esto fue lo más largo que te conté y sólo vos sabés cuánto de mí puse en este relato.

   

                                               


  
                                  


                                                                    

                                           
                  
              
                                                           
 



                               


 






























































4 comentarios:

  1. guauuuuuu!!!!!!!!!!! A LU CI NAN TEEEEEE!!!!!! estoy como Negussy, emocionada hasta la médula, impresionada con vos!
    Es el relato más "vivo" que leí en mi vida, tengo en mi piel todas las preguntas que hiciste y las emociones que viviste...
    QUE MADRE TENGO!!!!! QUE ORGULLO!!
    Dios me permita alguna vez llegar a vivir la mitad de lo que viviste en este viaje... no debe haber felicidad más grande que sentir todo esto!
    te felicito, ma´! que grande sos!!
    te amo!!!!!!
    yo
    p.d. que fotos mami!!!! que fotos... increibles!!!!!

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    1. Ah! ese blogger no me avisa más si hay comentarios! Gracias chiquita! Vas a tener mucho tiempo y sabes una cosa? Lo que se hereda...y bueh, a las pruebas me remito! Siempre que "llegaste a un lugar nuevo, lo "tocaste", y siempre transmitiste la misma pasión que tu mamá le pone en cada encuentro.
      Me alegro que te haya gustado... a pesar de algunas "resbaladas" lingüisticas inevitables!
      Besos! Y ya que no puedo superar ese "te amo", te lo devuelvo mil veces!

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  2. Espectacular Nonnis!!

    No te quepe la menor duda que este nietito tuyo (el más chiquito) seguirá siguiendo tus pasos a como de lugar.

    Etiopía ya forma parte de ese listado de países a visitar que guardo en la billetera.

    Gracias por tanta magia, gracias por ser como sos!
    te quiero!
    beso!

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    1. Andy! llego a las mil porque "blogger" ni me avisa si tengo comentarios! Gracias por "sentirme" así y noooo! no me caben dudas de que vas a llegar a Etiopía y a muchos otros lugares. Lo que pasa es que tenés la inquietud de "conocer",, no de visitar, de "tocar", no sólo de pasar. Y como ya está demostrado...no hay confines para los que sienbte así!


      Un beso enorme de tu nonnis!

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