martes, 14 de mayo de 2013

Decir escribiendo


             





Hola caro Diario!

Te vine a buscar para tratar, entre los dos, de entender porque no tengo nada que decir.
O no tengo ganas de decir lo que, eventualmente, podría ser dicho.
Aquí, cuando digo decir, me refiero a escribir y en lo concerniente al decir escribiendo, tenés un gran competidor en el Facebook.
 Hace rato que la página blanca no me sugiere nada y me encontré cómoda jugando a expresar y compartir opiniones que abarcan desde el interés por las mascotas hasta la publicación de aquellas fotos nostálgicas u otras de interés más  reciente. El día a día publicado en pocas palabras pasando por los sentimientos, los avatares políticos que nos tienen enojados o las noticias que a diario nos sacuden la sensibilidad, sean éstas auténticas o no. Como eso es difícil de comprobar, siempre optamos por unirnos a la mayoría y el compartir o el me gusta, nos dejan la conciencia tranquila.
Esa llamada Red Social, chismosa, expositora e intercomunicadora inmediata, te sacó, querido amigo, el cetro de escucha.
No creo logre sacarte la prerrogativa de confesor porque, aunque nunca es solamente de a dos, a veces no buscamos el "te gusta" de nadie.

Quisiera ser capaz de analizar el fenómeno de las Redes Sociales, pero me temo que precisaría profundizar en recovecos de la mente humana para lo cual no alcanza la intuición. Me quedaré con una explicación epidérmica: precisamos  la caricia y nos sentimos bien devolviéndola. A men de la satisfacción del elogio o la aprobación implicitos en cada "me gusta". Otro mérito de Facebook es él de nunca ponerte frente a una página blanca. El contenido es colorido y, si no te vienen ideas, te las ofrece en bandeja.
Es todo una propuesta.

Entonces, simplificando, ¿qué pasa conmigo?
 - Creo entenderte, Rosanna!
- Estás seguro?
- Absolutamente. Te agotó la Última frontera.
- Puede ser porque es así como la siento, última, sin sentir la necesidad de buscar  más allá.
¿Será porque lo estoy escuchando en voz alta?
Oigo la lectura y a veces, me pregunto, ¿yo escribí eso? Paralelamente siento que estamos desnudando mis personajes al escucharlos en lugar de descubrirlos. Siento que los estoy traicionando, que los estoy exponiendo. Lo dicho es público, lo leído es íntimo.
El libro cerrado es un viaje misterioso que se va revelando de a poco. Las páginas encierran la intimidad de los personajes, cada hoja que se descurre es un pedacito del velo que cae y el deleite está todo en el movimiento leve del dedo mayor que pasa a la página siguiente y a la que sigue y a la próxima, así, hasta la  palabra fin. Recién ahí nuestros compañeros de viaje encontrarán la última estación. Ahí nos despediremos de nuestros amigos, con un gracias, por habernos contado sus vidas. Luego, con el libro cerrado entre las manos, les devolveremos el derecho a la intimidad,  hasta que un nuevo lector emprenda la aventura de redescubrirlos.

Bajando al llano, caro Diario, reconozco el virus. DEBO, es necesario, que vea EL LIBRO!

Ah! Ahora comprendo todo, mi querida! Qué te pasa?? Vamos, libro por libro...a cada cual su mérito y su momento.
No te sientas mal por dejar en la cuna al bebé, siéntete mejor por rescatar al postergado!
El bebé ha nacido y crecerá.
Ay, mi Diario, quiero pensar que tienes razón. Espero que así sea porque, de veras, no la tengo clara. 








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2 comentarios:

  1. Querida mia! A veces es difícil ser arte y parte! Pero la experiencia inédita de oir antes de leer debe ser enriquecedora para la autora! De todos modos, los personajes dejan ver solo una parte de ellos al ser leidos a viva voz.La lectura a solas traerá el resto.No traicionaste a nadie, al contrario los sacaste a la vida,Casi nada! La última frontera se pone de pie para celebrarte doy fe! La siento latir mientras la voy leyendo!.Baci

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  2. GRACIAS POR VENIR ENSEGUIDA!
    NO ES TÁN FÁCIL. DE VERAS, PRECISO HABLARLO.
    BESOS

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