lunes, 15 de julio de 2013

Bandejitas pintadas o barrilete?



 

 

De memorias y otras yerbas (digo, otras letras)

Cuando decidí que aquel largo archivo  de Word podía salir a la luz, mis memorias se trasformaron, sorpresivamente, en un libro. El primer libro. En ese momento no sabía que me desapertaría el
virus de la escritura.
Página tras página, un invisible hilo conductor  llevó la historia a volar como el piolín que levanta un barrilete. Un barrilete hecho de hojas y palabras, palabras que dibujaban mi vida con el trazo fuerte de la sinceridad. ¡Pesado el barrilete!
 La escritura es duelo y consuelo.
Con asombro, el cielo del alma vio ondear pasiones, amor, amores, dolor, dolores, risas y llantos. Algunas hojas se rasgaron sacudidas por el viento del recuerdo. El barrilete, sin embargo, siguió allá, en la altura conquistada. El primer libro había llegado a sus protagonistas y ellos, los destinatarios, recogieron la pregunta: ¿Te acordás? Por cierto, cada uno encontró su respuesta y…digamos, que estaba todo dicho. Aparentemente bien y, según se opinó hace poco ¡imposible de igualar!
De todos modos, mantuve el ovillo en la mano y tensé el piolín.

Hay tiempo para contarse y tiempo de contar lo que te cuentan.
Muchas voces me hablaban al oído y no pude ignorarlas. Les presté  rostros o versos, vidas o sueños. Comencé a imaginar tiempos y momentos en los que los protagonistas ya no serían los destinatarios del relato. Los destinatarios serían solamente lectores. Por cierto un  universo más amplio que me proponía un desafío diferente.
En ese cielo más vasto planeaba el barrilete. Nunca me precupé por competir con "el primero". Eso no era importante mientras tuviera "cosas" interesantes  que decir, si bien por ahí, mi larga memoria se entrometiera en la ficción.
Uno tras otro, subí los libros al piolín. Muchas palabras, mucho trabajo…¿cómo pretender que llegaran todas al cometa?  
 Las historias tienen peso propio, que a veces es demasiado para el hilo delgado que las sostiene,  hilo que al fín, es nada menos que la literatura. A ella hay que respetarla y escucharla mientras te hable.
Todos los que sufrimos el virus de escribir, colgamos nuestras obras del piolín,. A veces los vientos cambian y el barrilete tiende a bajar…¿habría entonces que bajar el cometa?
Imposible. La escritura se vuelve vital.
Te oigo, caro Diario, preguntar: ¿a que viene esta elucubración? Te lo voy a explicar, a tí que sabes más de lo que dices.
Hubo un comentario que me hizo repensar los trece años que pasaron desde aquel primer libro.

A pesar de lo que recomiendan los muchos consejeros (bienintencionados, por cierto) desde los mensajes floridos en Face Book o los FW musicalizados, quizás para algunos, no sea fácil comenzar algo  nuevo (¿o postergado?)  en la edad en que sería más cómodo colgar los botines.
No importa. Hay que recoger el desafío y “ocuparse de algo” , te dicen.
¿Qué tal pintar bandejitas en la sociedad de fomento? Bueh, lamento! Yo nunca pude dibujar una O sin la ayuda de un vaso.
¿Debo suponer que la pasión por seguir escribiendo fue para mí el equivalente  a la bandejita pintada?
Con perdón y aprecio por las pintoras de bandejitas, si alguien lo cree así, lo siento, más vale que lo reconsidere. Yo no escribi (y no escribo) para “ocuparme de algo”, porque siempre tuve muchas ocupaciones a las cuales,. además, agregué la escritura.
Quizás por eso no me quepan  las generales de esa ley; porque seguí trabajando, durante nueve años más, después de aquel…¿Te acordás?
Trabajando como se entiende que deba ser, en mi oficina, frente a un escritorio, mientras la computadora cargaba con el virus de mi escritura, contemporaneamente .
Entonces, digamos, que en todo ese tiempo he cumplido con un doble mandato, hasta que un escritorio vacío – que no era exactamente el mío – me hizo insoportable el trabajo. ¿Viste? Después de todo, resultó ser lo menos necesario al momento de buscar la paz. Por suerte quedaba la escritura.
Sí, cada palabra escrita valió la pena, y aunque (tal vez) nunca haya  llegado a la "altura" de ¿Te acordás?, sin duda, nuevamente, fue duelo y consuelo.
 Stop, caro Diario. Espero hayas entendido el por qué de la elucubración.
A veces hay que marcar el paso, reescuchar lo escuchado, analizarlo y sacar la propria conclusión.
Ver escrito el análisis ayuda a reponer en su lugar esa auto estima lastimada por una excesiva reacción emocional frente a un juicio de valores. Juicio al cual dimos demasiada importancia, debido a quien lo emitía, a pesar de que, como vimos, lamentablemente derivó del desconocimiento total de nuestras motivaciones.
Juicio, por suerte, absolutamente personal (ojo! con todo derecho!) aunque la generalización (de ahí el plural de "valores") termina por hacerlo inutilmente descalificatorio y por ende, menos constructivo. 

Vamos! El viento dobla el aliso y éste se vuelve a enderezar.  Por otro lado...al barrilete todavía, no se le acabó el piolín.  



   

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