sábado, 14 de febrero de 2015

Para los eternos enamorados



Repartidor, se busca

Cuando llegó delante de la reluciente florería retrocedió inmediatamente. El aviso no especificaba la edad del postulante, pero, vaya, esto es trabajo para un muchacho!

Margarita cada tanto se lo reprochaba ¡nunca me traes una flor! Ah, las mujeres! ¿es qué no piensan? Volver del trabajo en el tren atestado, con esas cosas delicadas que se mueven de un lado a otro, tan frágiles que siempre terminan despeinadas y con el papel arrugado.

Y ahora esto.Justo cuando las cosas habían llegado al límite y un trabajo, cualquiera, era una necesidad impostergable.
Se alisó el pelo escaso, entrecano, y empujó la puerta.

-         Si quiere empezar enseguida, me vendría bien. Faltó un empleado y en esta
fecha, no damos abasto con los envíos.
El hombre, con ojos oscuros detrás de los lentes, lo miraba con cara esperanzada.
Lo acompañó hasta un galpón trasero:
-         Venga, póngase el guardapolvo, y no se preocupe…sólo tendrá que llevar los
ramos al furgón y luego entregarlos a destino.
Se puso el uniforme. El logo, una rosa roja, resaltaba sobre el bolsillo gris. 
Se sintió un poco mareado con el perfume de tantas flores juntas; pensó en Margarita, en la humosa cocina de la rosticería, el cabello cubierto por la gorra, que se sacaba invariablemente antes de entrar en casa, ¡afuera el olor a frito! Se cepillaba y se sujetaba el rodete con una margarita de plástico, la única flor que le había regalado él en muchos años.

El furgón, blanco con el logo florido en los costados, esperaba con la puerta lateral abierta. Él comenzó su ir y venir temeroso, llevando arreglos, jarrones y plantas, del galpón al furgón.
Sentado al lado del chofer, el hombre miraba asombrado el recorrido entre palacios y residencias elegantes.
Había pocas flores en los jardines, el mes de febrero todavía tenía cara de invierno.

La primera entrega, un ramo de rosas blancas, fue para una niña. Al más grande amor de mi vida, decía la tarjeta, y firmaba, Papá. Con la mirada lejana,  el hombre se restregó la cara con la manga gris.
Siguieron ramos de rosas rojas, sugerentes. Aliladas orquídeas, aún más sugerentes y las esquelas hablaban de pasión – en el mejor de los casos – de un amor apasionado.
Hermosas mujeres hundían el rostro entre las flores, confundiendo el perfume de sus cabellos con el de los pétalos.

El miedo a trastabillarse, a apretar demasiado los papeles sedosos, hacían que el hombre demorara más de lo esperado en cada entrega.
El chofer, impaciente, decidió tomar un atajo para volver a la florería. Se había hecho tarde y habían quedado sin entregar un ramo de flores sencillas, jacintos perfumados, y un precioso jarrón con tres rosas rosadas.. El primero había sido rechazado y el segundo no había encontrado quién lo recibiera.
-         Al patrón no le va a gustar, dijo el chofer, llegamos tarde y sin haber terminado
 el trabajo. Te va a pagar muy poco.
-         No importa, me cobraré con flores.

El aspecto de las calles había cambiado radicalmente. Las casas comunes, los revoques caídos y los botes de basura, recibían la luz escasa de unos pocos faroles sucios.
Al final de la vereda, la luz  amarilla de un negocio rompió la penumbra. Una mujer, tocada con una gorra blanca, cerraba la puerta detrás de sí y comenzaba a caminar lentamente hacia la parada del autobús. Había cobrado su semana, poca plata, pensó, sin embargo paró en un kiosco y compró un corazón de chocolate.
Su marido le había telefoneado, he conseguido una changa, quizás sólo por hoy…no te lo imaginas, yo, repartiendo flores!

Se encontraron al comienzo de la escalera. Ella se quitó la gorra dejando que los cabellos plateados cayeran sobre sus hombros. Él los adornó con tallos de jacintos perfumados, ella partió en dos el corazón de chocolate. El beso, dulce, siguió más allá de la puerta.
San Valentín bajó las persianas. Había terminado su trabajo.

                                                                                               Rosanna Altieri
                                                     

Mención de Honor IV Concurso Literario Club de Leones Martínez –promovido por SADE –Zona Norte

 







4 comentarios:

  1. hermoso cuento! VIva San Valentìn!!! Gracias por compartirlo! (aunque yo me lo acordabaaaaaaa!)
    Su

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    1. Gracias linda! Sabía que lo conocen, pero a veces, es bueno recordar que el amor no tiene edad!

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  2. Es tan lindo este cuento! ! Besos mamiiii!!

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    1. Mi hijita! Te digo lo mismo que le digo a Susi, porque ustedes son los que bien pueden inspirar esta historia...para la vuestra y mi felicidad!
      Besossssss

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