sábado, 27 de febrero de 2010



Tengo ganas de contar, para los que no los conocen, dónde están esos dos lugares q encabezan mi blog.

El de la izquierda, es Canobbio, chicos, frente al Lago Maggiore, ahì donde casi lame la orilla suiza. Pero es Italia, con sus ocres, sus azules y sus empedrados. Ahì, un poco más allá de la plaza, está Michele Abate, artista en peltres y campanitas, mariposas y fuelles, espejos y faroles. Y volviendo a la plaza, la iglesia, y debajo de las sombrillas coloridas, el vaiven de rubios y morenos de cualquier habla y latitud. Embelesados.



Y nosotros, y las pizzas enormes, y el descanso frente a una Birra Poretti helada, y los "battelli" que llegan al portezuelo frente a una de las casas de Garibaldi (sí, el mismo del monumento de plaza Italia) dónde él se asomaba a una verja de hierro forjado, que parece un encaje.

Y ahora, caro diario, nos vamos a Milano. Digo, volvemos, ¿no? Sí, esta vez a la orilla del Naviglio Grande, ese canal que pasa por Córsico, el pueblito dónde nació mi papá, que no aparece en las guías turísticas, aunque mi abuelo Alessandro, fue el jefe de la estación.

Pero ahí estamos todavía en Milano, dónde todos los últimos domingos del mes, se abre una feria de antigüedades, algunas sólo vejeces, pero con el encanto del tiempo que se fue. Esto es ayer, ¿vieron? Ahí las casas ya no cobijan familias. Ahora son ateliers de artistas en varios géneros, pintores, escultores y artesanos. No importa cuán famosos sean, cada uno cree en sí mismo. Eso basta para que agreguen belleza a sus obras. Hay exposiciones y pequeños conciertos, debajo de los pórticos bajitos de las construcciones del 800. Hay negocios de música, con antiguos valioso violines y por ahí, un combinado de 1940, Magnadine, seguro. La marca alemana que teníamos en casa. Y partituras color magenta, por el tiempo y el olvido. En esa orilla, está Il Libraccio.
Ahí me perdí. El "perfume" a papel viejo, mezcla de polvo y noches en vela. Viejos amigos, Giovanni Verga, Hemingway, Faulkner, Collodi, Pavese, Proust, Simone de Bouvoire,Manzoni, Carducci y tantos che me han enseñado a amar la palabra. Paseaba la codicia y la memoria por los escaparates cuando, por suerte, me acordé que había venido a buscar a una contemporánea, Francesca Marciano, que escribió "La casa Rossa", una novela de "hoy". Me la compré ahí en Il Libraccio, felíz porque además me costó el 50% menos que en la Gallería y, ojo, que hablamos de euros!

El canal es ancho, como el recuerdo.





3 comentarios:

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  2. ahhh! que lindo.,, la próxima vez me llevás a ese lugar.. me encanta chusmear ene esos mercados y las librerias me pierdenn.. me encanta sentir el olor de los libros..
    lindo !!!!
    besossssssssssss,
    lel

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  3. Seguro, Lel, que te voy a llevar!
    En el '98 nos quedó mucho Milano en el tintero...será cuestión de volver a mojar la pluma.
    Tenemos que hacer un plan, pensar q se hará y ya 'tá!
    Besos besos besos.
    Ma

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