Cuando pasan cosas tan tremendamente irreparables como lo fue el accidente de hoy, todo lo que se pueda haber escrito sobre lo dulce y romántico de la vida, nos parece irrelevante.
Salvando el derecho que tenemos de expresar los sentimientos, tal cual nacen y en el mismo momento, hoy damos vuelta a la página para encontrarnos una vez más con el dolor, la deshazón y la impotencia.
El dolor se profundiza a través de la impotencia y la consecuente deshazón frente a las dramáticas escenas que nos presenta la televisión, local y extranjera (acabo de ver las imágenes en la RAI).
¿Qué podemos hacer? Indignarnos, gritar nuestra indignación en las redes sociales, gritar el liberador insulto a la cara de los que permiten, y permitiendo provocan, las tragedias que arrollan a las familias, a los ciudadanos que ellos deberían cuidar... ¿Y? ¿quién nos escucha?
Lamento desilusionar a los que esperan que el grito llegue o el insulto hiera a los destinatarios, a los responsables de tanto llanto y tanta desesperación. Nada les llega, ni les llegará mientras haya del otro lado, tantos o más ciudadanos que acallan el légitimo grito y sustituyen el insulto, con la más descarada y complice adulación.
Mientras haya quienes aprueban y apoyan con el voto a esos dadores de prebendas, esos megalómanos que sin subyacer al delirio, lo propagan entre los mismos a quienes exponen a la peor inseguridad, desde la incuria y el contubernio.
Hoy sucedió una matanza. ¡Hoy! señor ministro de transporte! Claro, si hubiera sucedido ayer (sic!!) serían menos los muertos! Claro que sí, y todavía se huieran llevado "el mèrito" usted y su jefa que, tan amorosa, decretó que hay que festejar el carnaval! Por suerte, "viste, es fiesta", hubieran dicho los dos mirándose con alivio.Pero fue hoy! Y era mucha la gente que tenía que llegar al trabajo. Estoy tan asqueada que se me da por pensar que no tendrán reparo en salir de sus despachos para elogiar a los del SAME o a los médicos que hoy, sí, hoy señor ministro, habrán tenido tanto trabajo, que seguramente no les alcanzó el tiempo para recordar qué día era.
Los reponsables ¿Cuáles?... Ahhh ¡El otro! Vamos, siempre es "el otro"!!!! Tiene razón mi amiga Flavia, ni saben lo que es la vergüenza. Por esa razón me desespero al pensar que ni multiplicando las desgracias al infinito, estos sinvergüenza, modificarán su proceder. Siempre habrá otro que pague el pato y tantos otros que...nunca tendremos la suerte de conocer!
Nos queda solamente pedir a Dios por los que llevan en su carne las heridas y en sus almas el llanto.
Que reciba a los que de manera tan sin sentido, han emprendido el viaje hacia Êl.
Amén.
miércoles, 22 de febrero de 2012
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Amén...
ResponderEliminarNo hay palabras para tanto dolor... y tanta desidia de quienes tienen la obligación de velar por nosotros...Ayer, hoy, mañana... feriado o no ¡¡Qué tristeza!! me uno a tu oración
Un abrazo
Sí, Moni, tenés razón: no hay palabras!
ResponderEliminarLo único que desearía que estos hermanos no hayan muerto en vano! Qué alguien logre llegar hasta el último de los responsables.
Qué de una vez reviente el forúnculo y salga todo lo podrido.
Sería muy importante para la salud del País.
Un beso y para relajarnos un poquito, celebro con vos, que llegaste hoy, el haberme enterado de que esta es mi entrada n° 100!!!
Un abrazo Rosanna!! Gracias por comapartirlo conmigo!!
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