jueves, 5 de agosto de 2010

El milagro del encuentro


El viejo y grande Vinicius decía algo así: la vida es el milagro del encuentro.

Que un avión se vaya sin esperarte, es un "bajón" de aquellos, bastante para quitarte el buen humor a pesar de que te alojen en un "quinientas estrellas" que además, está en Roma.

Pero esto que nos sucedió el 17 de julio pasado, a siete pasajeros olvidados, se transformó exactamente en aquel milagro.

Sin contarme a mí misma, los otros seis, todos, resultaron valiosos.

Las historias de cada uno, salieron en la cena compartida, en la espera de un día en lobby del hotel, al reparo de los 36º que nos hubieran achicharrado en "la vía del Mare" de atrevernos a salir.

Dos chicas, como Lella y Susi, santafesinas, volvían embelesadas de "Le cinque terre" y, casualmente, del Lago Maggiore! No es usual que mi lago entre en los programas turísticos argentinos, a menos que, como les pasó a ellas, los amigos italianos las llevaran a conocerlo.

Escuché con mucho orgullo las alabanzas...casi se tratara de algo personal!

Un hombre joven, menos de 40, contó que venía a reunirse con su mujer y sus dos hijos, para unas breves vacaciones. Él italiano, ella argentina, los dos chicos, adoptados. Contó emocionado que sus hijos habían venido a conocer abuelos, tíos y primos y que al llegar, los esperaban en Ezeiza con tantos globos de colores, cuantas eran las letras que componían sus nombres. Que historia ¿no?

Gabriele, un muchacho como mis nietos. Venía para pasar siete días con un amigo. que no veía desde hacía mucho tiempo. Le iba a faltar uno y sí que eran pocos! Descubrimos que estábamos leyendo el mismo libro: "La soledad de los números primos". Coincidencia que no hubieramos descubierto si el vuelo AZ680 de aquella noche nos hubiera esperado.

Dejé Gabriela Spector y su hijita Irina, 9 años, por últimas, porque de ellas tengo que contar más. Quizás, entre todos, este fue el verdadero encuentro.

Venían de la Suiza italiana. Gabriela, tucumana de origen, traía a su nena de vacaciones con la abuela. Irina nació en Suiza donde su mamá fue a vivir hace quince años. Es una artista plástica completa. Escultora y pintora, venía a Buenos Aires para una exposición de sus obras.

Fui a verla en el Centro Cultural Borges.

Un flechazo. Grandes mapas de Suiza, tranformados en historia. La historia de sus orígenes, de sus antepasados judíos que emigraron. De todos los que emigraron, de las idas y venidas de las masas, de la búsqueda de la propria identidad en un país donde se hablan tres idiomas diferentes.

Su obra habla desde lo profundo. Esto dice en las reflexiones que acompañan sus cuadros:

"Los caminos recorridos nos dejan huellas, las que construyen nuestra geografía humana. Nuestras arterias se vuelven ríos y nuestros músculos montañas"

¿Quién hablaba en ese fragmento? ¿Ella o yo? ¿O ella y yo?

Sentí que la abrazaba toda. Frente a un café, que tomamos con Valentina, en la Galería Pacifico, habló de su maternidad, de cuando quiso tener a Irina, desde su tremenda y bella humanidad. Habló conmigo y con Valentina.

Alguien inolvidable. Bella y hermosa. Como dije, este fue el verdadero "encuentro".

No puedo poner aquí una foto de su obra artística; si alguien lee esto y quiere saber más (mucho!) de ella entre aquí: http://www.gabrielaspector.com/ - no se decepcionará.

Aquí pueden ver a su Irina, para la cual, como le había prometido en Roma, le escribí un cuento. Ella nos había dibujado un perro y yo le prometí que escribiría sobre él. Se lo di a Gabriela para que se lo llevara.

Si alguien lo quiere leer, lo tengo en italiano...en vías de traducción.


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